Durante años se ha estado especulando sobre el momento en que se produciría el esperado “boom” en el mercado de la domótica. Hace unos días tuve ocasión de leer algunas reflexiones al respecto y, aunque se ponían encima de la mesa en pleno años 2011, parecían sacadas de hace unos cuantos años atrás.
Erróneamente, la esperanza en el momento del “boom” de la domótica se asigna a todos los participantes en este mercado. Cuando digo a todos, quiero decir absolutamente a todos y cada uno de las empresas o personas que de algún modo se relacionan con este sector. Nada más lejos de la realidad.
No es justo negar que esta ilusión fue mantenida años atrás por un porcentaje importante de los actores del mercado, si bien, no era una opinión unánime más puede decirte que en parte tendía a ser mayoritaria.
Con el paso del tiempo, y aún antes de aparecer el estallido de la burbuja inmobiliaria, esta mayoría que confiaba en el “boom” domótico fue conviertiéndose en una corriente minoritaria y, puede decirse, a día de hoy, que los profesionales relacionados con la domótica en este país no cuentan con que se produzca esa situación.
Por tanto, discrepo profundamente con el análisis que tuve ocasión de leer pues partía de unas premisas completamente falsas, las que decían que los actores, a día de hoy, los actores del mercado siguen esperando ese momento.
Mi percepción es que, en la actualidad, las empresas y profesionales de la domótica apuestan por un crecimiento sostenido en el tiempo, cuidando muchos los pasos que se dan para que, a pesar de que sean más lentos, sean a su vez más firmes y permitan dar el siguiente con la suficiente confianza de seguir avanzando.
Las empresas fuertes basan su crecimiento en estrategias sólidas y no juegan al azar, esperando que un golpe de fortuna les propulse a unos resultados estratosféricos originados por un golpe de suerte. Esto es más propio de pequeñas empresas que, al calor del “marketing” y de la capacidad de generar negocio de los grandes puedan repartirse una parte del pastel. Si el pastel es grande ganan mucho, si el pastel es enorme se hacen ricos.
El “marketing” puede ayudar, y de hecho lo hace, a fomentar el consumo o la demanda de un producto o servicio pero jamás puede garantizar un éxito y mucho menos que este sea considerado por medio de un “boom” o incremento vertiginoso (e irracional posiblemente, de las ventas).
Tuvimos un “boom” inmobiliario y todavía sufriremos por mucho tiempo sus consecuencias. No son buenos.
Pero si hablamos de “marketing” todos somos libres de invertir nuestro dinero en promocionar nuestros servicios o productos, incluidos los blogs de medio pelo como el que están ustedes leyendo. Servidor podría invertir ingentes cantidades de dinero (las cuales no poseo) para promocionar el blog y de paso, nuestras actividades y el producto o servicio (domótica) de forma que en un período razonable de tiempo esa inversión tuviera un retorno, de modo que todo se tradujese en un beneficio económico para quien aquí escribe. Lo que ocurre es que la inversión en “marketing” puede llegar a considerarse una apuesta de riesgo porque en ningún lugar está escrito que esas ganancias tengan que ser ciertas.
También puedo quedarme esperando a que sean otros quienes carguen con esa inversión en marketing, de modo que sean ellos quienes muevan el árbol mientras me limito a que las nueces vayan cayendo y arrimarme para ver si consigo recoger algunas. Y si todo esto se concreta en ingentes cantidades de personas moviendo los árboles puede que podamos hablar de un “boom” de nueces por el suelo, con lo cual con toda seguridad podremos recoger sacos y sacos de nueces y engordaremos nuestras cuentas corrientes.
Puedo quedarme esperando, por supuesto. Lo que no es ético es criticar que no sean otros quienes muevan los árboles. A Dios rogando y con el mazo dando.
Mi reflexión es que el mercado de la domótica seguirá creciendo moderadamente en los próximos años. En ellos veremos qué empresas crecen, cuales desaparecen y asistiremos a la irrupción de otras nuevas con propuestas alternativas a lo que conocemos ahora, con nuevas ideas y planteamientos comerciales.
También deberemos estar atentos a la evolución de la forma en que los diferentes actores toman parte en la misma.
Es difícil pero veo complicado que se consolide el papel del integrador residencial porque el enfoque desde el comienzo está completamente equivocado en el 90% de las empresas que se dedican a ello.
Falta saber el grado de implicación que tendrán los prescriptores como despachos de arquitectura y oficinas de ingeniería en el desarrollo del sector. Tienen una llave importante que todavía no han usado.
Desde luego que uno de los actores más importantes en los próximos años será el del instalador electricista, quizás el mayor rival del integrador residencial, quien busca su hueco a costa principalmente de aquel y rivalizando en numerosas ocasiones.
El hogar digital, que no la domótica, si que parece haber recibido un gran impulso en los últimos años. La domótica, en lugar de liderar esta revolución dentro de la vivienda se verá relegada a subirse a este tren si quiere tener cierta relevancia en las decisiones del usuario a la hora de las dotaciones de su lugar de residencia.
Las administraciones, por su parte, dudo mucho que sean claves en el desarrollo de la domótica. Reconozco que muchos agentes del mercado están ansiosos por una normativa que imponga el uso, en mayor o menor medida, de estas tecnologías. Mi postura en este asunto es clara, no se debe esperar que una decisión de un ministerio o unas subvenciones fomenten el uso de ningún producto, servicio o recurso pues ha de ser las necesidades de los usuarios las que impongan su criterio en un sentido u otro. Si obligamos a usar domótica no habremos ganado la batalla, si mantenemos artificialmente un mercado a base de subvenciones su vida será corta, tanto como sea otro gobernante quien las elimine.
Queda el tema de enfocar la domótica hacia el ahorro energético. Parece que en esta situación de crisis todo lo que represente un consumo responsable de los recursos merece tener ser escuchado. Indudablemente que domótica puede significar ahorro en un gran número de casos pero, no nos confundamos, domótica no equivale a ahorro. En una vivienda unifamiliar, la domótica puede ayudar a gestionar más eficazmente el consumo de la energía disponible pero ello, y fácilmente es rebatido, no implica que la instalación sea amortizable en un período de vida corto. Es más, en ocasiones la inversión es irrecuperable si no ponemos en valor el confort que puede ofrecer a quienes disfrutan de ella.
Si esto lo trasladamos a una vivienda en altura de tipo medio ¿dónde queremos provocar un “boom” de la domótica?. La rentabilidad energética de una instalación de este tipo viene en un edificio terciario (hotel, oficinas,…). La observación es interesante pues conviene clarificar las cosas.
Conclusión, vayamos poco a poco y no tengamos tanta ansia por morir de éxito.